Es frecuente que en alguna conversación durante el día, puede ser en el ámbito laboral, familiar, escolar, escuches diversidad de palabras con pronunciación incorrecta. Cuando ésto sucede, se incurre en una alteración de la forma de la palabra, atentamos contra su “morfología”.
Está el ejemplo de palabras comunes como: haya que erróneamente la emiten como hayga, o catálogo, que a veces la sustituyen por catálago. Existen una serie de acepciones para cada tipo de alteración morfológica, que por sus nombres puede resultar difícil de retener, por lo que el mejor consejo siempre será tener el hábito de la lectura.
Es esencial cuidar la forma de la palabra, la cual si es correcta, se refleja en una excelente dicción (que consiste en pronunciar correctamente).
Las palabras “mal dichas” traen serias consecuencias en la imagen de la persona; pero también puede resultar incómodo corregir a quien cae en errores morfológicos y de dicción; sin embargo, existen formas sutiles de contribuir y aconsejar sobre la emisión de buenas palabras.